¡Hola Guardianes!
Algunos de vosotros habéis seguido el hilo de lo que sucedió
con la última editorial de la que obtuve respuesta, pero hoy voy a contarlo con
más detalle. Mi cabeza se llenó por un momento de fuegos artificiales y casi
dejo que la emoción me ciegue. Pero, por suerte, una combinación de consejos
externos y mi desconfianza habitual de la que hago gala siempre, hicieron que
analizara la situación con calma. Algo que me produjo mucho dolor de cabeza,
por cierto.
Tempus Fugit, como
integrante de mi Directorio Editorial, recibieron mi propuesta sobre la novela.
Respondieron de forma interesada, allá por octubre del año pasado, pidiéndome
la novela completa para su evaluación. Casi tres meses más tarde (a finales de
enero), recibí un correo diciéndome que la novela había sido valorada
favorablemente, por lo que me enviaban el contrato de edición.
La primera vez que leí
el contrato, todas las cláusulas me parecieron medianamente correctas excepto
una: Tenía que vender 500 ejemplares en formato digital para que después
comercializaran la novela en formato físico. Ante mi duda de la posible
viabilidad de alcanzar esa cifra siendo una escritora novel, lo dejé planteado
en mi muro personal de Facebook (no en el de la página de la Saga). Compañeros
de fatiga a los que les tengo un enorme aprecio (y que me han ayudado siempre
que lo he necesitado), acudieron al rescate cuál equipo de héroes. Juntos
plantearon una serie de cuestiones que me hicieron volver a leer el contrato
(cosa que haría más tarde o más temprano antes de firmar) y que me llevaron a
detectar lo que yo llamo “ciertas irregularidades” que no me encajaban y que
decidí plantear a la editorial.
Aclarar que, dado que
me surgieron varias preguntas y tanto editorial como autor estábamos ubicados
en Madrid, propuse a la editorial reunirnos en persona (o en su defecto, tratar
el tema por teléfono), pero ellos siguieron hablando por vía email. Cosa que,
personalmente, me parece poco profesional.
Algunas cosas que me
aclararon (porque no respondieron a todas las preguntas), y que resultaron
claves para que no se llegara a un acuerdo, fueron:
- Los 500 ejemplares en
formato digital tenía que venderlos en 6 meses consecutivos. También estaba la
opción de venta bajo demanda, cuyo cómputo sería 1 ejemplar físico (comprado
bajo demanda) = 2 ebooks. (Yo pregunté de dónde salía ese cómputo debido a la
diferencia de precio de venta al público, P.V.P., pero no llegaron a
explicármelo).
- Los costes de
corrección y maquetación eran 150€ (bajos si lo comparamos con otros casos que
me he encontrado). Sin embargo, solo tendría que pagarlos si NO lograba vender
los 500 ejemplares. Si lograba venderlos, me restarían esos 150€ de mis
royalities. Para mí esto no tenía ninguna lógica y así se lo hice saber. Su
respuesta fue que APOSTABAN POR MÍ. Es decir, que si NO vendía los 500
ejemplares en los 6 meses, ellos asumían dichos costes como demostración de esa
confianza, pero que si los vendía, yo tenía que asumir el coste a costa de mis
royalities. La conclusión que yo saqué de esto era que, hiciese lo que
hiciese, yo no iba a sacar beneficio alguno y ellos a mi costa sí (si no vendo
no hay beneficios, y si vendo, tampoco habría beneficios para mí a no ser que
superara los 150€ que, teniendo en cuenta el porcentaje de mis royalities, la
cosa estaba difícil). La conclusión de la editorial era que el autor, hiciese
lo que hiciese, no tenía que hacer ningún desembolso.
- Por último, ellos
quería tener toda la toma de decisiones sobre la estética de la novela. Es
decir, diseño de portada, contraportada, tapas, etc… Llamadme quisquillosa,
pero es algo por lo que no suelo pasar. Acepto que la editorial tome
determinadas decisiones sobre la estética (que para eso tienen un equipo
profesional detrás), pero que el autor no tenga ningún voto al respecto
no me parece bien. Al fin y al cabo, nadie conoce mejor la novela y la imagen
que quiere dar de ella como el autor.
A la conclusión que yo
llegué valorando estos tres aspectos, fue que yo misma podría subir mi novela a
Amazon (con opciones de venta tanto en ebook como en impresión bajo demanda,
según me comentó uno de esos grandes compañeros de fatigas). La promoción sería
más o menos la misma (sitio web y redes sociales), pero con el plus de que tendría
el pleno control sobre mi novela (incluida la estética), y además los
beneficios irían todos para mí (sin contar lo que pueda llevarse a Amazon, que
creo que es mínimo). Es decir, que lo que me ofrecían no era mejor de lo que
yo misma podría hacer, con mayor o menor impacto (eso nunca se sabe). Pero,
insisto, al menos tendría todo el
control de mi novela.
Además de esto, había
algunos aspectos sin especificar en el contrato que, para evitar futuros
problemas entre ambas partes, yo quería que quedasen claros y por escrito desde
el principio, pero no estaban. Tras el intercambio de unos cuantos emails
tratando de llegar a un acuerdo, al final no se llegó a nada.
Hasta aquí la experiencia de hoy. No sé lo que opinaréis
vosotros, pero creo que volví a tomar la mejor decisión. Me considero una
persona que se adapta con facilidad a determinadas situaciones y, tanto en este
caso como en otros anteriores, estoy dispuesta a ceder en algunas cosas, pero
no en todo. Como autora, por supuesto que quiero ver mi novela publicada, pero
no a cualquier precio.
Quizá mi fama de preguntona y desconfiada por casi naturaleza,
me hiciera desperdiciar una nueva oportunidad de publicar la novela. Pero, con
sinceridad, no me siento mal por ello. Y creo que eso es buena señal.
A lo mejor no consigo publicar nunca la novela (al menos con
una editorial), pero estoy empezando a considerar la idea de escribir un libro
sobre todas las triquiñuelas que me he ido encontrando durante mi camino
editorial. Probablemente tampoco lo publicaría (y menos con una editorial),
pero seguro que daría mucho de qué hablar.
Gracias por todo el apoyo recibido. Sois estupendos.
¡Saludos Guardianes!